14 de abril de 2016

Un nuevo enfoque para tratar o no el pie plano infantil



Desde el punto de vista personal, lo mejor de acudir a cursos de formación continuada como el Seminario de Podología Infantil al que he asistido este fin de semana es reencontrarse con antiguos compañeros. Es la misma sensación que con los buenos amigos. Parece que fue ayer cuando estudiábamos juntos en la Escuela de Podología de la Universidad Complutense de Madrid hace ya 20 años. En esta foto me acompañan Francisco Javier, Gema, Marta, Raquel y Antonio - ¡no pasa el tiempo por ellos!
A nivel profesional, son muchísimas las ventajas. Más aún cuando el profesor es Roberto Pascual, una referencia en el campo de la podología pediátrica que hace unas semanas copaba la atención de los medios por un estudio en el que alertaba de las consecuencias de que los niños abusen de los deportivos con ruedines. El impacto sobre el pie es parecido al que tendría enviar a los niños al colegio con un tacón de cuatro o cinco centímetros, para que os hagáis una idea.
Dejando este informe a un lado, voy a hablaros de uno de los temas más interesantes que discutimos en el encuentro, los nuevos enfoques para abordar el pie plano infantil, que constituye uno de los principales motivos de consulta en niños.

Poniendo el acento en la funcionalidad

El pie plano se caracteriza por el descenso o la ausencia del arco en la planta, entre otros rasgos. Como el resto de la estructura del pie, el puente se forma durante la infancia. Un dato curioso es que en los primeros años de vida la acumulación de grasa en esta zona da una falsa apariencia de pie plano. Se considera que a los ocho años el pie ha alcanzado el 80 por ciento de su desarrollo, y por tanto, ha desarrollado la mayor parte de su puente.
Hasta hace poco, el principal criterio para aplicar un tratamiento en niños por pie plano, que consistía en plantillas correctoras y ejercicios combinados para favorecer su formación, se basaba en el análisis de la huella, poniendo el foco en la estructura del pie. De este modo, prácticamente el cien por cien de los niños que acudían a las consultas se trataban con plantillas y si nos remontamos más atrás, con calzado ortopédico.
A día de hoy, el foco está en la funcionalidad, en ver si esta ausencia de puente interfiere en la función que debe realizar el pie. 
Por este motivo, la pauta es realizar un análisis completo que comprende diferentes test para valorar su tipología y grado de flexibilidad y evaluar el comportamiento del pie en un estudio dinámico que permita observar su repercusión durante la marcha.
De algún modo, se espera que, en función del tipo de pie plano y siempre que no haya un impacto sobre la marcha, vaya desarrollando su puente de manera natural, algo que, por otra parte, no siempre sucede.
La justificación de estas decisiones, tal y como recordó Pascual durante la jornada, es que hasta la fecha no existe evidencia científica sobre la efectividad del tratamiento con plantillas en el desarrollo del puente en los niños. Es decir, no se han realizado ensayos científicos rigurosos sobre este tema, lo que no quiere decir que en la práctica no tenga ningún efecto. Como tampoco se han llevado a cabo estudios que puedan probar los beneficios de realizar ejercicios pautados (caminar de puntillas o de talones) sobre el pie plano en niños, según indicó el experto.

Para qué sirven las plantillas

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que cuando el profesional prescribe una plantilla para pie plano no existe como único objetivo forzar el desarrollo del puente. Lo habitual es que se corrijan a la par otras alteraciones asociadas, como el genu valgo de rodillas (piernas en x), normal hasta los seis años, y otro tipo de manifestaciones en la pisada.
Además, cuando es necesaria, una plantilla bien diseñada reparte cargas y permite alinear la estructura ósea del pie, lo que favorecerá posteriormente un desarrollo muscular equilibrado. Si la musculatura evoluciona sobre un pie deformado, por ejemplo, se pueden generar y fijar problemas estructurales.

Señales de alerta

Ante un pie aparentemente plano, y en cualquier caso, a partir de los tres años los padres deben estar atentos a determinados signos: caídas frecuentes, desgaste anómalo del calzado, cansancio, excusas para evitar la práctica deportiva y, sobre todo, dolor. En estos casos, previo paso por el pediatra, mi consejo es consultar también con su podólogo, que determinará si el pie plano precisa o no tratamiento y de qué tipo.
Atendiendo a estos criterios funcionales, alrededor del 45 por ciento de los niños que acuden con este problema a la consulta salen sin tratamiento, pero siguen en observación para valorar cómo evoluciona el desarrollo del puente en los meses siguientes.
En otros casos, el especialista prescribe unas plantillas para mejorar la pisada y favorecer un desarrollo adecuado del pie.
Apenas entre el cinco y el diez por ciento de los niños con pie plano precisará tratamiento quirúrgico, pero esa realidad también existe y hay que incidir en la detección precoz de estos casos.